Un equipo internacional de expertos en salud está revolucionando la forma en que definimos y tratamos la obesidad. Durante décadas, los profesionales sanitarios han utilizado el Índice de Masa Corporal (IMC) como referencia principal, pero este método presenta importantes limitaciones. Ahora, se plantea un enfoque más preciso que distingue entre la obesidad en fase temprana (preclínica) y la obesidad ya establecida (clínica). Desde nuestra consulta en la Costa del Sol, te explicamos por qué este cambio puede marcar la diferencia.
Este nuevo modelo tiene el potencial de:
Mejorar la atención sanitaria de más de mil millones de personas en todo el mundo.
Reducir el estigma y garantizar un acceso justo al tratamiento.
Optimizar los recursos sanitarios enfocándose en quienes realmente necesitan intervención.
Una investigación reciente publicada en The Lancet Diabetes & Endocrinology presenta este método actualizado, que incorpora nuevas formas de medir la grasa corporal y la salud general más allá del IMC.
El IMC ha sido durante mucho tiempo la herramienta principal para diagnosticar obesidad. Se calcula a partir del peso y la altura, pero no tiene en cuenta aspectos clave como:
La distribución de la grasa corporal.
La masa muscular, la densidad ósea o el estado metabólico.
Si ese exceso de grasa está afectando al funcionamiento de órganos o a la calidad de vida.
Una de las grandes preguntas en el ámbito sanitario es si la obesidad debe considerarse siempre una enfermedad. Esta nueva investigación propone una visión más matizada:
Hay personas con obesidad que gozan de buena salud y tienen una función orgánica normal.
Otras desarrollan complicaciones graves por el exceso de grasa.
Tratar la obesidad solo como un factor de riesgo puede suponer retrasar la ayuda a quienes realmente la necesitan.
Pero calificar todos los casos como enfermedad podría llevar a un exceso de diagnósticos y tratamientos innecesarios.
Este nuevo enfoque pretende asegurar que quienes necesitan atención médica la reciban, sin someter a intervenciones médicas a quienes están metabólicamente sanos.
El nuevo marco distingue dos categorías:
Obesidad clínica: cuando el exceso de grasa corporal provoca problemas de salud como dolor articular, enfermedades cardiovasculares o daños en órganos. En estos casos, puede ser necesario recurrir a cambios de hábitos, medicación o incluso cirugía.
Obesidad preclínica: cuando hay un exceso de grasa, pero aún no se han desarrollado complicaciones evidentes. Aquí, el foco está en la prevención: ajustes en el estilo de vida y seguimiento médico regular.
Cada vez más expertos coinciden en que el IMC, por sí solo, no es útil para diagnosticar la obesidad con precisión:
No distingue entre grasa y músculo.
No indica dónde se acumula la grasa (la abdominal, por ejemplo, es más peligrosa que la de piernas o brazos).
Hay personas con un IMC alto que están metabólicamente sanas, y otras con un IMC “normal” que tienen exceso de grasa visceral perjudicial.
Dejando atrás el IMC como única referencia, los profesionales pueden:
Realizar diagnósticos más acertados.
Proponer tratamientos basados en los riesgos reales para la salud, y no solo en el peso.
Reducir el estigma al reconocer que la obesidad es una condición compleja, no un simple fallo de voluntad.
Tu peso es solo una pieza del rompecabezas en lo que respecta a tu salud. Un enfoque personalizado es esencial para alcanzar el bienestar a largo plazo. Si estás buscando orientación experta en nutrición y pérdida de peso, desde Helicópteros Sanitarios en la Costa del Sol podemos ayudarte a diseñar un plan adaptado a ti, con soluciones realistas y sostenibles.
Contáctanos hoy y comienza tu camino hacia una vida más saludable.